Las novelas de Ana María Matute no están exentas de compromiso social, si bien es cierto que su escritura no se adhiere explícitamente a ninguna ideología política. Partiendo de la visión realista dominante en la literatura de posguerra, logró desarrollar un estilo personal que se adentró en lo imaginativo y configuró un mundo lírico y sensorial, emocional y delicado. Su obra resulta así ser una rara combinación de denuncia social y de mensaje poético, ambientada con frecuencia en el universo de la infancia y la adolescencia de la España de la posguerra.
Tenía diez años cuando la guerra civil empezó. Era de familia conservadora que vivió en Barcelona y Madrid. Después de ser testigo de la violencia de la guerra misma y los años de posguerra, no es sorprendente que su literatura incluya temas de violencia, aislamiento social y la pérdida de inocencia, especialmente para los niños.
Como ejemplo de las restricciones que enfrentó la gente española después de la guerra civil, Matute y su esposo se separaron en 1965. Tuvieron un hijo y, según las leyes, ella no pudo visitar ni verlo nunca. Es decir que la custodia y el cuidado del niño era solamente del hombre. Ella no tenía ningún derecho sobre su hijo.
Actualmente, Matute viaja extensamente y da ponencias sobre los efectos del sufrimiento emocional, como los seres humanos cambian constantemente, y el hecho de que nunca se pierde totalmente la inocencia de la juventud.
Presten atención al impacto que hay el tener un hijo como el protagonista central del cuento.